Por: José Andrés Martínez Silva
Director General de Estudio Elefante
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La profesionalización docente implica trabajar con un equipo de profesionales que ha incursionado en la docencia universitaria. Estos provienen de diferentes campos, y muy pocos del contexto específico de las licenciaturas. Por esta razón, realizan su tarea en las aulas de manera instintiva, acudiendo a sus recuerdos e intentando replicar las prácticas que los marcaron positivamente, mientras evitan aquellas que recuerdan de forma no grata. Esta realidad plantea un desafío significativo: ¿cómo abordar eficazmente la profesionalización de estos docentes?
Enfoques en la profesionalización docente
Existen diferentes formas de abordar la profesionalización docente. Algunos optan por sesiones magistrales o conferencias, pues resultan más naturales para este público y generan menos resistencia (al menos al principio). Otros se apoyan en el método del caso, sumando así una dimensión más activa por parte de los docentes asistentes.
Sin embargo, hace años descubrí la metodología de talleres y me pareció fantástica desde el comienzo. Cuando he tenido el honor de trabajar en este ámbito, es la metodología por la que opto y con la que me comprometo. A continuación, exploraremos en detalle la metodología de talleres y sus ventajas.
La metodología de talleres: Un enfoque dinámico
Existen diferentes opciones para desarrollar talleres. He tenido el honor de trabajar con facilitadores que logran desaparecer para entregar el protagonismo por completo a los asistentes. En mi caso, los talleres que facilito combinan varios elementos:
La postura provocadora de un experto en método del caso (al menos de los expertos que admiro y con los que tuve el honor de formarme).
Los cuestionamientos de un expositor apoyándose en datos y en el conocimiento de los asistentes.
Los retos que se plantean a los participantes junto con el apoyo necesario para avanzar en cada uno de ellos.
Ventajas de la metodología de talleres
Trabajar de esta manera brinda enormes ventajas para abordar el proceso de profesionalización docente:
1. Abordaje de la inconformidad inicial: Una postura provocativa y unos cuestionamientos afilados logran que la audiencia exteriorice rápidamente su inconformidad. Esta inconformidad es natural, ya que los docentes que asisten a estos procesos raramente lo hacen de forma voluntaria.
2. Manejo del riesgo: Este enfoque conlleva un gran riesgo, por lo que se requiere pericia para manejarlo adecuadamente. El facilitador debe ser capaz de provocar y extraer aquello que genera malestar, abordándolo de manera positiva.
3. Establecimiento de confianza: Una vez superada la etapa de cuestionamientos iniciales, los participantes tienden a reconocer la autoridad del facilitador y deciden confiar en él. Esta confianza adquirida es crucial para el desarrollo del taller.
4. Control del tiempo: La confianza y la autoridad ganadas permiten introducir el elemento crucial del control del tiempo, reflejando la realidad del mundo profesional y fomentando la eficiencia.
El papel del facilitador
Aunque es importante establecer la voz del facilitador como válida, resulta esencial resaltar las voces de los asistentes como las más relevantes. Los profesores acuden a estos encuentros con numerosas preguntas, muchas veces acumuladas durante largo tiempo por no haberse animado a formularlas en otros espacios.
El facilitador debe ser capaz de:
Responder a las inquietudes de manera clara y honesta.
Escuchar atentamente las respuestas de los profesores a las preguntas planteadas.
Extraer los elementos más relevantes de cada respuesta y conectarlos con los planteamientos previos.
Construir una respuesta colectiva que haga explícito el conocimiento tácito de los asistentes.
Este proceso permite construir conocimiento a nivel organizacional, lo cual tiene un valor incomparable frente a la mera entrega de respuestas externas por parte de cualquier experto.
Flexibilidad en la facilitación
El facilitador experto reconoce durante el desarrollo de un taller que algunas actividades planeadas pueden omitirse. Esto puede ocurrir por dos razones principales:
Porque las respuestas esperadas ya se han alcanzado en otras discusiones o actividades.
Porque es necesario sacrificarlas frente al tiempo limitado para preservar actividades centrales del proceso formativo.
Lo fundamental no es completar todas y cada una de las actividades planeadas, sino alcanzar los propósitos formativos para los que se ha diseñado el taller.
La importancia de la conclusión
Finalizar de manera impecable es tan importante como iniciar el trabajo con los profesores. Es esencial dedicar tiempo para cerrar la conversación adecuadamente. Esto implica:
Reconocer junto con los participantes los logros alcanzados durante el taller.
Realizar una reflexión final que aclare los conceptos que generaron más discusión.
Exaltar el buen trabajo realizado por los docentes.
Tras estos pasos, una despedida amable y cálida dejará en los asistentes la mejor impresión posible, consolidando así la experiencia positiva del taller.
Comparación con otros métodos
En este punto, surgen preguntas válidas: ¿No es posible lograr lo mismo con una buena conferencia? ¿No se consigue un resultado similar con el desarrollo de un caso de estudio?
Mi respuesta es que, si bien un buen conferencista puede inspirar a los profesores, se pierde el ejercicio de construcción colectiva de conocimiento. Las transformaciones que ocurren en este contexto siguen siendo individuales y tácitas.
Por otro lado, el experto en el método del caso logra construir conocimiento colectivamente, haciendo explícitos los saberes de los participantes para avanzar en el análisis y resolución del caso. Sin embargo, no todos se sienten cómodos participando en discusiones, lo que puede resultar en la participación recurrente de los mismos individuos.
El taller, en cambio, al plantear actividades puntuales, brinda la oportunidad a todos los participantes de opinar, preguntar y cuestionar. Incluso si algunos no lo hacen espontáneamente, estas actividades proporcionan al facilitador la oportunidad perfecta para interactuar directamente con cada asistente, usando como pretexto la tarea en la que están trabajando. De esta manera, el taller fomenta una participación más amplia y equitativa, permitiendo que todos los asistentes se involucren activamente en el proceso de aprendizaje y construcción de conocimiento.
El papel crucial del apoyo institucional
Es esencial señalar que para desarrollar un taller en las condiciones descritas, se requiere como condición sine qua non el apoyo del director o vicerrector que ha formulado la invitación a los docentes. Este respaldo no se traduce en forzar a los profesores a actuar de una manera específica, sino en ayudarles a comprender que todo lo que ocurre en el taller tiene cabida en el contexto institucional.
Desde la provocación inicial, pasando por el desarrollo de las actividades bajo una fuerte presión, hasta las conversaciones de cierre de cada una de estas, todo está diseñado con un propósito. El objetivo principal es brindar a los docentes los elementos necesarios para realizar su trabajo de una forma cada vez más profesional.
Conclusión
En resumen, la metodología de talleres ofrece una aproximación única y efectiva a la profesionalización docente. Al combinar elementos de provocación, construcción colectiva de conocimiento y participación activa de todos los asistentes, los talleres superan las limitaciones de otros métodos como las conferencias o el estudio de casos.
El éxito de esta metodología depende en gran medida de la habilidad del facilitador para manejar las dinámicas del grupo, construir confianza y adaptar el proceso según sea necesario. Además, el apoyo institucional juega un papel fundamental en crear el contexto adecuado para que estos talleres sean verdaderamente transformadores.
La profesionalización docente es un desafío continuo en el ámbito universitario, pero con el enfoque adecuado y las herramientas correctas, podemos lograr un impacto significativo en la calidad de la enseñanza y, por ende, en la formación de los estudiantes.
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